La mala hora de Colombia

La situación de orden público en Colombia en la última semana ha demostrado que el miedo ciudadano no terminaría siendo hacia una guerrilla sino hacia su mismo Gobierno autoritario, indolente, enormemente ineficaz, desconectado, prepotente y violento.

Juan David Contreras
6 min readMay 2, 2021

El mundo pasa por uno de los momentos más complejos de la humanidad. Recién comenzó la pandemia hablaba con un conocido que esta situación había hecho medir el pulso de todos los dirigentes del mundo con una misma vara, algo que pocas veces ocurre. Así, fue evidente ver que por más llamadas potencias, algunos países como Estados Unidos o Inglaterra, tomaban decisiones desacertadas guiadas por el ego y la prepotencia. Esto, lo veríamos a final, demostró una gran cantidad de problemas de desigualdad social que en el caso de Estados Unidos le costaría la reelección a Donald Trump. El contexto de Colombia es más complejo.

Para cuando llegó la pandemia en marzo de 2020, Colombia venía de una fuerte jornada de protestas sociales, el recordado 21N, en donde sucede el desafortunado ataque del ESMAD a Dylan Cruz hiriendolo de muerte. La conversación, que perdió tracción con el cierre del año, quedó pendiente y finalmente la pandemia la apaciguó. De cierta forma los pueblos y ciudadanos tuvieron que trabajar de la mano. Esta situación sin duda salvó a Iván Duque de su impopularidad y sin duda fue una oportunidad invaluable para conectarse con la ciudadanía, enmendar vacíos y/o errores y superar (al menos un poco) las diferencias sociales y políticas del primer año y medio de gobierno.

Pero no fue así. Con Duque tenemos la típica imagen del líder prepotente y terco, fiel representante de una canción de Shakira (cambiando el género: “Bruto, ciego, sordomudo. Torpe, traste y testarudo”), aquel que cree que se la sabe todas y que si pasa algo es culpa de los demás. Durante su primer año decidió responsabilizar al gobierno de Santos de todos los problemas a nivel nacional, pero a estas alturas de su Gobierno ya viene siendo hora que reconozca que es él quien está dejando un país en peores condiciones que las que lo recibió.

Sí, mala suerte para él, pero sobretodo para los colombianos: un momento complejo de la Historia con uno de los peores Presidentes del país, en mi opinión. La Reforma Tributaria se convirtió en la gota que rebosó la copa y revivió las conversaciones pendientes. Se demostró un fuerte problema de empatía y comunicación que trajo de vuelta a las protestas en el momento más crítico de la pandemia y se evidenció cada vez más la desconexión entre gobierno y ciudadanía. Ante esto, el gobierno solo ha hecho una propuesta, para nada constructiva y, por el contrario, muy preocupante: arremeter contra la ciudadanía.

Quisiera exponer mi opinión sobre cada uno de estos puntos a continuación:

1.Reforma Tributaria: Sí, la pandemia trajo consigo una crisis económica a nivel mundial que ha afectado con mayor impacto a economías en vía de desarrollo con la de Colombia. Me parece apenas lógico que exista una Reforma Tributaria, las finanzas del país la necesitan. A mi, en lo personal, creo que me afecta bastante, pero “cuando toca, toca”. Ahora bien, otra cosa es cómo está armada dicha Reforma. Ahí me toca alejarme un poco pues no es mi tema de expertiz, pero recomiendo mucho leer expertos para hablar con criterios e información, y no solo con la opinión (uno de los que más admiro es Roberto Angulo). Creo que la Reforma es ambiciosa y que puede tener un impacto positivo en la pobreza a mediano plazo, pero evidentemente hay temas han evidenciado un desequilibrio social y cultural molesto (ej. ponerle impuestos a los servicios funerarios).

2. Comunicación: Si hay algo que ha fallado en estos años de la administración Duque es la comunicación durante todo su gobierno. Recordemos a la Vicepresidenta Martha Lucía Ramírez diciendo que “los pobres no saben ahorrar” o al nuevo Ministro de Defensa afirmando terriblemente que “los niños son máquinas de guerra”. Esto ha sido evidente con la Reforma y un ministro de Hacienda desconectado totalmente de la economía popular, cuyo episodio más recordado fue el darle el valor de $1.800 a una docena de huevos.

3. Marchas/Protestas: Por mi forma de ser no soy muy cercano a ningún tipo de marcha (no soy muy amigo a los sitios aglomerados, una especie de claustrofobia). Además, después de la Ola Verde en 2010 me sentí un poco frustrado de ese tipo de propuestas. Siendo un poco prepotente tal vez, prefiero seguir con mis clases, eso sí, teniendo reflexiones profundas sobre lo que está pasando en las marchas, y por supuesto no tengo problema en que mis estudiantes marchen y falten a clase. Me preocupan ellxs, su bienestar, por eso les estoy preguntando constantemente cómo están ellxs y sus familias (esta semana les envié un mensaje a todxs quienes viven o tienen familia en Cali); pero precisamente me preocupa también el futuro de cada unx de ellxs. En el caso específico de esta marcha, me parecía que se estaba arriesgando demasiado con el peor pico de la pandemia encima. En lo personal (quizás egoísta de mi parte) me asusta más cuando no tengo a mis padres vacunados. Pero precisamente eso habla de la impotencia que siente la ciudadanía y cómo la situación llegó a un punto insoportable a un nivel de “arriesgar la salud pública”con el fin de que no se imponga un gobierno injusto (lo de arriesgar la salud pública ya hemos visto que es debatible). El pueblo no es tonto, simplemente está desesperado. Algo similar sucedió cuando elegimos a Uribe: era entrar en una guerra en donde muchos podríamos morir (y así fue) y por eso, un pueblo desesperado de las FARC lo puso como presidente, históricamente en primera vuelta. Ahora un pueblo desesperado lo quiere sacar a su representante.

4. Desconexión del gobierno: Hay una falta de empatía enorme de parte del Gobierno Duque. A todxs nos sorprendió lo multitudinarias que terminaron siendo las marchas. Ante eso, más allá de reconocer la inconformidad de la ciudadanía, Duque se queda con hechos aislados (reprochables eso sí) de desorden público y encasilla en forma genérica como vandalismo a todxs lxs protestantes. Una estrategia para polarizar las marchas y llevarnos más a los extremos a quienes pensamos diferente. Ya en ese punto, entiendo y comparto totalmente la necesidad de las marchas. ¡Qué falta de empatía y qué indolencia!. Y esto se recrudece con unos medios de comunicación como RCN que desinforma abiertamente y con un Caracol que en pleno sábado en la noche de protestas pasaba su tradicional “Sábados Felices”. Macondiano.

5. Represión: Donde ya todo se sale de control y es incompresible la situación es cuando el Gobierno, en medio de una Alocución Presidencial, ordena a la Fuerza Pública tomarse las ciudades y mantener el orden público. Esta. situación situación siempre ha tenido una línea invisible sobre qué puede hacer la ciudadanía y lo que considera el ejército y la policía que puede hacer. En este punto ya depende de la “sangre fría” de la individualidad, del hervidero de la polarización que a los ataques, desata la histeria y aparecen desafortunadamente lxs muertxs. Ya sucedió en el 21N, y Duque no aprendió. Volvió a dar una orden donde salimos perdiendo todos, pero donde la ciudadanía es quien pone las vidas. Por el contrario no hay intención de diálogo ni de escucha por parte del líder. José Manuel Vivanco, Director Ejecutivo de Human Rights Watch (American División) calificó de preocupante la situación y mencionó que “los estándares internacionales de DDHH exigen limitar al máximo el uso de las FFMM para el control de disturbios internos. Los soldados están entrenados para el conflicto armado, no para la seguridad ciudadana”.

Más allá de la Reforma, esto es sobre todos los errores y vacíos de la administración Duque, sobre los asesinatos a lxs líderes, sobre sus políticas sociales, sobre las injusticias y su ineficacia política. En 21N la discusión quedó inconclusa y a Duque lo salvó la pandemia en un comienzo. Quiso aprovecharse de eso (ejemplo de ello fue poner su programa de TV), pero el manejo fue cada vez peor, a tal punto que el proceso de vacunación en Colombia ha sido vergonzoso y, como todo es un círculo vicioso, las marchas son más peligrosas por ese mismo manejo ineficaz de la pandemia. Solo por poner un par de datos cercanos, a mi abuela paterna, quien murió hace 10 años la llamaron para vacunación; por el contrario, mi abuelo materno, quien recientemente falleció a sus casi 99 años, nunca recibió la llamada.

Con Duque tenemos la paradoja del mal jefe, el terco, el que no lo escucha, el que culpa a su equipo y pasa por encima de él. El jefe que, a pesar de hacer las cosas mal, luego va y dar conferencias sobre el liderazgo del futuro mientras su empresa se desconfigura desde el valioso de los recursos, el talento humano, en el caso de esta situación la ciudadanía, el pueblo.

Actualización al cierre de la escritura: Finalmente fue retirada la Reforma Tributaria, evidencia de que el pueblo es más que sus dirigentes. Pero no deja de ser triste que se haya tenido que tocar fondo para que reaccionara el jefe sordo y ciego. Aún quedan temas en el tintero, pero queda el precedente de la ciudadanía empoderada.

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Juan David Contreras

Diseñador y Humanista · Innovación social y pública · Profesor de la Universidad de los Andes, Colombia · juandacontreras.com